Después de la experiencia en Latinoamérica, ¡me quedé con ganas de más! Me encantó, pero se me hizo demasiado corto. Regresé a España sabiendo que volvería.
Cuando llegué a España, todavía me quedaba el proyecto final de carrera por terminar, así que mi prioridad era sacarme el título de arquitectura cuanto antes. Una vez terminado, sabía que quería continuar viajando.
Quedé fascinada por América Latina, ¡hay tanto por conocer! ¡Tiene tanto que ofrecer! Y aún teniendo el objetivo claro, Latinoamérica es muy grande. ¿Por donde empezar? No me entusiasmaba la idea de coger un avión y encontrarme en el lugar previamente escogido mirando un mapa: cultura distinta, clima diferente,… ¿todo a un click? Buscaba otra clase de experiencia. Así que mi mente empezó a volar, miles de ideas se iban colando en mi cabeza… En un principio, pensé en salir de casa en bicicleta o autostop e ir hacia el sur en busca de un barco que cruzara el Altántico. Todo esto iba tomando forma en mi interior pero me daba miedo/vergüenza contarlo tanto a amigos como familiares. Empecé a leer sobre ello, historias de gente que había hecho cosas parecidas. A cuenta gotas fui comentándolo entre amigos. A medida que lo decía, más real parecía.
Hasta que llegó el momento en que se convirtió en un hecho. Finalmente, billetes (solo ida) comprados a Canarias el día 15 de Octubre. No había marcha atrás. Max se animó a venir conmigo de nuevo. Nos embarcábamos en una aventura de la que únicamente sabíamos que el día 15 de Octubre cogíamos un vuelo a las 6 a.m. De ahí en adelante, todo se decidiría al momento.