Como si de ayer se tratara, todavía conservo grabadas las primeras impresiones al sumergirme en estas aguas, ¡no podia creer lo que veía! Si ya en superficie el escenario de San Blas es impactante, cuando se descubre la vida marina parece un sueño. Gracias a que todavía no hay turismo masivo y que el acceso al territorio es complicado, los corales se mantienen intactos y hay mucha vida bajo el agua.
Mi experiencia anterior con el snorkel diría que era casi nula, podría contar las inmersiones con los dedos de las manos. En seguida me vino a la mente, al sumergirme en estas aguas cristalinas y con tanto por explorar, cuando el verano pasado nos dejabamos llevar remolcados en Roto, el velero de Alberto. El “juego” consistía en colocar una maderita atada mediante dos cabos largos a la popa del barco. A unos 3-4 nudos de velocidad, al inclinar la madera hacia el fondo, da la sensación de que te submerges a gran velocidad. Es gracioso, pues para la gente que permanence en el barco es un simple paseo, incluso parece que se esté casi parado y, sin embargo, para quien está en el agua con la maderita es otra percepción totalmente contraria, ¡casi parece que vayas a velocidad de bala!
Cómo no, pensé en repetir lo mismo aquí. El único problema es que si te sumerges a esta velocidad en el Caribe, lo mas probable es que des a entender al tiburón que te ofreces a modo de rico aperitivo. Así que, por ahora, todavía no lo hemos intentado. Aunque de vez en cuando nos dejamos remolcar por poco tiempo tras la popa del barco.
Si bien, el otro día nos dimos un buen susto, pues estabamos en el agua y vimos aparecer una sombra bajo nosotros. Un gran pez nos acompañaba… al primer grito de: “¡tiburón!” todos subimos al barco como pudimos. Fue muy gracioso. Esta vez fue una remora de metro y medio aproximadamente. La mitad volvieron al agua, la otra mitad decidimos quedarnos en el barco.
Lo que si hacemos (¡¡y me encanta!!) es aprovechar la corriente para hacer snorkel por unas 2 ó 3 millas sin apenas esfuerzo.
Dejamos el barco fondeado en una zona tranquila y vamos con el dingui lo mas lejos posible donde rompen las olas (a veces bastante altas…). Generalmente hay mucha corriente en dirección al barco, así que solo hace falta saltar del dingui, dejarte llevar y disfrutar de los arrecifes hasta llegar al barco. Hay que buscar los canales entre los arrecifes. Cuanto menos profunda, mas rápida es la corriente, mas divertido aunque también un poco mas peligroso. Si la corriente es muy fuerte, es posible llegar a sentir aquella velocidad de la que hablaba antes con el invento de la maderita y el barco.
Una vez ya tienes acostumbrada la vista, empiezas a descubrir mucho más de lo que veías al principio. Hay peces «invisibles», se camuflan y cambian de color dependiendo del entorno: