A través del velero, se me reveló un nuevo modo de viaje, siempre cambiante, una aventura diaria. Se llega a lugares a los que nunca se podría llegar por tierra, pero tiene limitaciones ya que normalmente no puedes acercarte a la costa o navegar por lugares muy poco profundos.
Tras una primera tentativa… creo que he descubierto un estilo de viaje que me atrae enormemente. La exploración en kayak es de lo mas seductor. La combinación transporte, alojamiento y comida sin depender de nadie gracias al kayak+tienda de campaña+pesca es fascinante.
En el mundo del kayak los hay rígidos, plegables e hinchables. Me decidí por el hinchable ya que te permite viajar con él como si fuera una maleta mas, no pesa demasiado y la relación precio-calidad es muy buena. Por ejemplo, mi kayak pesa alrededor de unos 24kg incluyendo remos y accesorios.
Mi idea inicial al comprar el kayak era pasar al menos un mes viajando por la costa caribeña de Panamá, pero debido a una infección de oído no pude hacerlo. Llegó el momento de navegar a Cartagena y cancelamos el viaje por las costas de Panamá. Yo ya soñaba con explorar en kayak alguna región cercana a Cartagena, pero el trabajo en el barco es tan intenso que no sabía si podría sacar tiempo para hacer una escapada.
Fue un viaje muy auténtico. Sin un mapa decente, ni gps, ni brújula, ni reloj, ni ningún tipo de tecnología. Tan solo un mapa de las islas del Rosario que logré imprimir desde google imágenes 5 minutos antes de salir del astillero. Toda la logística del viaje se reducía a cualquier cosa empaquetada rápidamente en la mañana del domingo habiendo dormido bien poco.
Sin saber absolutamente nada de lo que podríamos encontrar en el camino, todo salió mejor que bien. Hubo grandes sorpresas, descubrimos lugares increíbles totalmente inesperados, cabezas de corales enormes en medio de la nada, playas paradisiacas vacías, costas preciosas y rincones con mucho encanto. En uno de los sitios en los que paramos a acampar teníamos a un lado una ciénaga rodeada de piedras volcánicas y del otro lado, a menos de 5 metros, el mar Caribe.
Pero a la vez, existe un contraste muy fuerte entre lugares de ensueño y otros totalmente olvidados, hoteles de lujo junto a pueblecitos en los que las familias no tienen nada. Los habitantes de las islas viven en pobreza extrema, antes vivían de la pesca, pero el área está sobrepescada y apenas hay peces, les toca trabajar para los hoteles cobrando una miseria, menos de 8 dólares por día. Otra de las sorpresas desagradables fue la cantidad de basura que hay tanto en las costas como en los fondos. No hay educación sobre la gestión de residuos, parece ser que el mar lo engulle todo. Y esto, desgraciadamente, no es una excepción sino tónica general de las costas caribeñas.
El hecho de no depender de nada ni nadie creo que es lo que más me ha gustado del viaje. Ser tú misma la que decide cuándo y cómo. Detalles como despertar en mitad de una playa desierta de aguas transparentes, determinar la hora de salida sin presiones ni agobios, elegir ubicación por puro deseo visual al instante y sin saberlo de antemano, dormir a un metro de la playa incrementan sin duda alguna el valor del viaje.
El simple hecho de estar remando, encontrar un buen fondo de coral y decidir al momento saltar al agua y disfrutar de una agradable sesión de snorkel es un lujo, pues llegar a estos lugares tan inaccesibles es imposible a menos que alquiles una lancha privada y el que dirige conozca los lugares.
¡Y es que con un kayak hinchable se puede ir donde se quiera! Es un gran descubrimiento. Y lo mejor es que hay lugares que realmente llaman para hacer este tipo de viajes, Grecia, fiordos de Noruega o Finlandia, Patagonia, Filipinas, … Es como la bicicleta en tierra pero quizá mucho más interesante, pues aunque por tierra existen muchos caminos, la mayoría están pensados para el coche y, además, suele haber gente alrededor. Sin embargo, en kayak estás tu sola y el mar, es una sensación muy plena.
El quinto día al despertar decidimos que llegaríamos ese mismo día al astillero pues ya tocaba dedicar tiempo al barco y parecía que estábamos cerca. A falta de mapas y por lo tanto de distancias, empezamos remando unas dos horitas antes de comer, pensando que después de comer llegaríamos sin problemas. ¡Ja! Resulta que no estábamos tan cerca como creíamos del astillero y estuvimos remando 6 horas seguidas después de la comida. Alrededor de unos 33 kilómetros hicimos en total, ¡toda una hazaña! Las últimas dos horas a oscuras y la corriente en contra pues estaba bajando la marea. Nunca hubiera imaginado que podría haber remado tantos km en un mismo día, remando entre barcos enormes… fue toda una aventura el terminar el viaje de esta manera. Me sorprendí mucho a mi misma al llegar al astillero aún con fuerzas, aunque realmente cansada.
COMPARACIÓN DE MAPAS:
Sin contar la primera noche de tormenta tropical, el resto de días fueron estupendos, sol y mar en calma contínuos. Pero… así es como nos encontramos el mar cuando tuvimos que cruzar los 11 km desde las islas del Rosario a la península de Barú. Yo no me atreví a cruzar, ni sabía si podía ir a más ni me fiaba de mí misma en el kayak además de no tener ni idea de la distancia que nos separaba de la costa. Tuvimos que esperar un par de horas a que se calmara.