Cuando el presente lo ocupa todo
Llevo ya varias semanas navegando por el Mediterráneo, compartiendo a bordo muy muy buenos momentos y muchas primeras veces. Travesías llenas de risas, aprendizajes, conversaciones, cielos estrellados y unos cuantos desafíos también.
Me siento inmensamente agradecida a cada persona que ha decidido embarcar, que ha creído en este proyecto y que ha hecho de este nuevo velero un hogar flotante.
Y ahora, tras tres meses intensos, con la vida social a bordo a pleno rendimiento, me he quedado sola.



La verdad… necesitaba este respiro también.
Un paréntesis para escuchar el silencio. Para pensar.
La vida a bordo es un torbellino de estímulos. A veces tranquila, otras desafiante, pero no para: está viva las 24 horas.
Aquí, el cuerpo y la mente están activos, trabajan juntos, atentos. Cada ola, cada nube, cada sonido… es una llamada a estar presente.
Ahora, sola ya en el barco, y con tiempo para pensar un poco me gustaría compartir algunas reflexiones sobre lo que significa vivir navegando al 100% compartiendo las vivencias y todo lo que me está enseñando esta forma de vida.
Porque navegar no es solo cambiar de lugar.
Es cambiar la forma en la que entiendes el tiempo y la vida.
Cuando pierdes de vista la costa, también desaparece el mundo tal y como lo conocías. Del que forma parte también, el mundo virtual.
Cada vez que embarco por largos periodos siento que mi vida social en tierra comienza a diluirse, y me da pena. Y esto se ha intensificado desde la compra del barco.
Hay personas a las que quiero, con las que deseo mantener el vínculo, pero no soy capaz. No consigo seguir el ritmo acelerado de las conversaciones «al momento» en formato texto.
Mi teléfono está desbordado tras tantas semanas con la cobertura que viene y va. Las notificaciones superan la capacidad emocional de respuesta.
Así que mi mente entra en modo ahorro sentimental y se ancla en el presente. En lo que tengo delante.
Dos vidas en paralelo, dos realidades que coexisten
Hoy, todos vivimos dos vidas en paralelo: la física y la virtual.
Dos realidades que coexisten… pero que a bordo no siempre pueden convivir al mismo nivel.
La falta de cobertura, el vivir a deshoras, el no tener un lunes ni un domingo, ni siquiera un calendario que marque el ritmo; se combinan con algo más profundo: la necesidad constante de tener los sentidos ligados al 100% con el presente, porque la vida en el mar no permite vivir en automático.
Todo eso forma un cóctel desconcertante y absorbente, que te arrastra con fuerza al aquí y ahora, empujándote, sin darte cuenta, a olvidarte de ese otro mundo virtual, que sigue «girando», pero al que (al menos yo) ya no logro seguirle el compás.
No sabría bien explicarlo, y creo que solo puede llegar a comprenderse al vivirlo.
Yo misma no lo hubiera entendido si no lo hubiera experimentado.
A cambio, la vida navegando te regala algo que rara vez se encuentra en tierra firme: presencia plena.
Hay algo que sucede cuando pierdes de vista la costa.
No es solo que desaparece la tierra: desaparece el mundo conocido y se crea otro. Desaparece el ruido. La prisa. Las notificaciones. El tiempo se transforma.
A bordo de un velero, el reloj pierde poder.
Lo que marca el ritmo no son las agujas, sino el sol, el viento, las olas.
Lo urgente se diluye.
Lo importante se simplifica.
En ese pequeño cascarón flotante creamos una burbuja:
un mundo propio, con sus reglas, sus tiempos, sus prioridades.
La vida se reduce o se expande, según cómo lo mires, al aquí y ahora.
Comer cuando se puede. Dormir cuando se necesita. Navegar cuando el mar lo permite.
De pronto, todo lo demás… queda lejos. Las noticias suenan a ficción. Las preocupaciones de tierra pierden su forma. El presente lo ocupa todo.
Y entonces, esa famosa frase de “vivir el ahora” cobra sentido real. Simplemente porque no hay otra opción.
Cuando navegas, no importa el pasado. Tampoco el futuro.
Solo importa lo que ocurre en este preciso instante: un chubasco, una vela que flamea, alguien que sonríe…
El cuerpo y la mente trabajan juntos. Se alinean. Se agudizan. Todo es estímulo. Todo es vida.
Y sí… engancha.
Es adictivo.
Es real.

Parar, pensar y… vuelta a navegar 🙂
Esta reflexión llevaba semanas rondando por mi cabeza y no había encontrado el momento de escribirla. Es lo que tiene, por fin, tener tiempo… jeje.
Me había reservado 10 días para navegar en solitario, pero al final he decidido tomarme los primeros 5 de descanso en puerto.
Un tiempo para hacer mantenimiento al barco, ponerme al día y cargar pilas.
Así que los próximos días los dedicaré a disfrutar del velero en soledad. Tenía muchas ganas, pues es la primera navegación en solitario que hago en mi vida.
Las distancias por el norte de Cerdeña son muy amables y están llenas de islas, bahías y refugios para ir parando. Una joya recién descubierta del Mediterráneo.
Y después…
Después volvemos a zarpar.
¿Te gustaría venir a navegar conmigo en Allende los Mares?
Vuelvo a compartir esta forma de vida que tanto transforma.
Si te resuena lo que has leído y quieres embarcar en esta burbuja de mar, aún estás a tiempo de sumarte este verano. Estas son las próximas travesías que navegamos en conserva junto a Pedro de Alegría Marineros:
- 4–13 julio · Islas Maddalena (Cerdeña) – Islas Eolias (Sicilia)
- 16–22 julio · Milazzo – Estrecho de Messina – Malta
- 23–27 julio · Malta
- 31 julio – 9 agosto · Malta – Cerdeña
- 10–16 agosto · Sur de Cerdeña
- 26–31 agosto · Cerdeña – Mallorca
- 5–7 septiembre · Mallorca – Ibiza
Si alguna fecha te encaja y estás decidiendo en el último momento, escríbeme –> hola@allendelosmares.com Aún quedan plazas, con descuentos especiales de última hora para tripulantes espontáneos 😉
Te espero a bordo, con el mar, el viento y una vida sencilla que transforma.