Hace aproximadamente ya un año que decidí romper con la rutina y salir a conocer, resolví concederme un tiempo e intentar comprender una vida que no entendía, había algo que no me cuadraba.
Cuenta Fernando Savater que: “Libertad es decidir, pero también darte cuenta de que estás decidiendo”. Parece que en los países desarrollados, donde la gente está formada y además no tiene la constante preocupación de cubrir sus necesidades básicas, las personas entren en un juego en el que no son completamente dueñas de sus decisiones. Observamos desde pequeños una rígida estructura socialmente aceptada con unas etapas claramente definidas. Ya en el cole preguntan qué es lo que se quiere ser de mayor, ¿qué respuesta dará un niño que ni siquiera sabe lo que quiere decir profesión? Tras el instituto viene la universidad y luego el trabajo que nos permitirá en un futuro poder gozar de una buena jubilación. Normalmente los pasos a seguir en este juego no se cuestionan, están tan marcados que hace que nos olvidemos de la existencia de distintas y posibles realidades.
¿Tomamos nuestras decisiones conscientemente? Resulta curioso que cuando las cosas van bien, todo es mérito nuestro; pero cuando las cosas van mal, se hace cómodo y fácil eludir la responsabilidad echando la culpa ya sea a instituciones, sociedad, sistema, educación, etc. Quizá nos sintamos con derecho de hacerlo (echar la culpa) ya que puede ser que nuestras decisiones sean “nuestras” pero a medias, pues parece que no haya otra opción posible y, por esa razón, las responsabilidades también van a medias.
El miedo, la culpa y el sentido del deber nos acompañan en todo momento, tomar decisiones diferentes a lo comunmente aceptado es algo complejo. Da que pensar la frase de J. A. Marina en su libro Ética para náufragos: “El hombre renuncia con facilidad a su condición de autor para convertirse en robot, plagiario o marioneta. Las rutinas nos aguardan siempre, ofreciéndonos un seno maternal, cálido y adormecedor, donde adoptar una postura fetal y descansar”.
He de decir que es tarea complicada decidir hacer una pausa en mitad de este juego, pues a menudo los demás jugadores te dan prisas por continuar. Tomé la decisión de salir a viajar sin saber lo que me depararía el trayecto, necesitaba parar el frenético ritmo de seguir etapa por etapa sin ni siquiera saber porqué o para qué. Poco a poco voy percibiendo como el viaje va tomando forma y sentido, reflexionar por el camino me ha permitido identificar en primer lugar qué es lo que no quiero y, ahora, es cuando comienzo a descubrir progresivamente qué es lo que quiero. Hoy en día, creo que es bastante común confundir lo que se quiere con lo que se debe.
Es un lujo tener tanto tiempo para reflexionar, parar, pensar. Bajo mi punto de vista, viajar es una buena opción para poner freno a tomar decisiones apresuradas, evitar saltar al vacío sin las ideas del todo claras y poder pensar con calma qué es lo que realmente se quiere y cómo conseguirlo. Te da la oportunidad de conocer numerosas formas de vivir diferentes y relacionarte con personas con distintas prioridades en la vida. Ejemplos que ayudan a abrir nuestras perspectivas y llenan el futuro de nuevas posibilidades.
Pero he aquí el eterno dilema de todo aquel que viaja: ¿cómo me las arreglo con el dinero? Creo que lo importante no es generar ingresos extraordinarios sino reducir considerablemente los gastos. Por suerte, para mí no fue demasiado difícil pues la mayoría de las cosas que me apasionan son gratis o bastante baratas. Ayuda hacerse preguntas de este tipo: ¿Cuanto crees que es necesario para vivir?
Pero existen infinitud de maneras de ganar dinero viajando. El mundo está lleno de personas que lo recorren y se ganan la vida por el camino. Muchas personas persiguiendo sus sueños; encontrarlas inspira y reconforta.
Recién estoy descubriendo lo que definen como nómada digital. Lo único necesario es un ordenador y acceso a internet. Crear páginas web, generar renders, escribir artículos, … Internet ha abierto las puertas a nuevos y originales empleos. El término nómada digital es el mismo que el de freelance, y como su propio nombre indica la única diferencia es que el nómada cambia contínuamente de lugar, dicho de un modo mas poético: su oficina es el mundo. Gran paradoja la de aquellos que aspiran a vivir en el mundo natural, cuando es en realidad el mundo virtual el que los sustenta.
Después de casi un año viajando y conociendo a mucha gente por el camino, estoy llegando a la conclusión de que vivir viajando sin un fin concreto pierde sentido después de un cierto tiempo. Para continuar con ilusión y pasión por lo que se hace, bajo mi punto de vista, hay que viajar (quizá la palabra acertada sea vivir) con una meta determinada. No tiene porqué ser un objetivo de por vida ni tiene por qué ser únicamente uno, pueden ser varios al mismo tiempo o uno detrás de otro. Pero ha de haber una razón tras cada zancada pues al caminar sin rumbo es bastante probable que acabes perdida.
En mi caso, la llama que desencadenó el viaje fue una impertinente curiosidad por el mar y navegar. No sé de donde vino, pero enraizó rápido. Por ahora, el único problema que encuentro es que estoy descubriendo que mi gran droga es la novedad, me encanta descubrir y aprender. Lo nuevo. El mar absorbe sobremanera, siempre cambiante. Y esto, sumado a la exploración, es una combinación tremendamente llamativa.
Me gustaría hacer una aclaración con respecto al término “viajar”, encuentro dos acepciones que conviene resaltar para evitar malentendidos. En la que solemos pensar normalmente es la de trasladarse a un nuevo lugar con un objetivo generalmente recreativo por un periodo limitado sabiendo cuantos días se tienen libres, cual es el presupuesto del viaje y qué día se vuelve a casa. Pues bien, la segunda acepción de la que voy a hablar ahora es un tanto atípica cuando nunca se ha oído hablar de ella. Me refiero a viajar en el sentido de vivir viajando. También consiste en un cambio de ubicación pero no tiene porqué ser solo una, el destino puede ir variando. No hay limitación en el tiempo, no se suelen saber con antelación cuales serán los gastos o, si se trabaja por el camino, los ingresos.
Vivir viajando lo relacionaría mas bien con un estado mental/espiritual en el que no se está ligado a un lugar específico, sintiéndote libre de cambiar cuando sea el momento. Hay muchas personas que viven viajando toda su vida, van conociendo lugares con calma, a veces pasan años en un lugar hasta que deciden moverse al siguiente. Por ejemplo, en San Blas he conocido varias familias que viven en sus barcos, crían a sus hijos en él, pasan temporadas largas en algunas localizaciones específicas y cuando deciden que es el momento, navegan en busca del próximo destino.
El simple hecho de viajar por viajar, con el único objetivo de conocer lugares o culturas diferentes, puede llegar a dejar causar esas apasionantes sensaciones del principio. Al fin y al cabo las playas son playas, las montañas son montañas, los ríos son ríos. Las emociones no brotan tan a flor de piel como antes. El cuerpo se acostumbra a la consecución de estímulos. Hay que tener, aunque no siempre, un objetivo. Comentar que las distintas culturas al fin y al cabo siguen unos patrones de conducta que se reproducen de manera parecida en cada sociedad. Además, creo que hay un momento en que la relación con personas de culturas diferentes queda limitada, la forma desigual de pensar entre tu y ellos no permite desarrollar conversaciones profundas y, si se consigue, a menudo hay multitud de malentendidos.
Ya lo decía Kapuchinski: “Y es que nuestro mundo, aparentemente global, a la hora de la verdad no es sino un conglomerado de cientos de miles de provincias de lo más diverso que no tienen ningún punto de encuentro. El viaje por el mundo es un peregrinar de una provincia a otra, y cada una de ellas es una estrella solitaria que brilla por si misma. Para la mayoría de la gente que vive allí, el mundo real se acaba en el umbral de su casa, en el límite de su aldea, o todo lo más, en la frontera de su valle. El mundo situado más allá no es real ni importante, ni tan siquiera necesario, mientras que el que se tiene a mano, el que se abarca con la vista, aumenta ante nuestros ojos hasta alcanzar el tamaño de un cosmos tan inmeso que nos impide ver todo lo demás. Ocurre a menudo que el habitante del lugar y el que llega desde lejos tienen grandes dificultades a la hora de encontrar un lenguaje común, pues cada uno de ellos se sirve de una óptica diferente para mirar el mismo paisaje. El visitante usa un gran angular, que le da una imagen alejada y reducida, y, en contrapartida, una larga línea de horizonte; en tanto que el interlocutor local siempre ha usado un teleobjetivo o incluso un telescopio, que aumenta hasta el detalle más insignificante.”.
6 comentarios
Genial!!!!!
No he podido despegar la vista de tu relato tan vibrante, desprende vida.
Yo por mi parte ya habia tomado la decision de ponerme en un viaje de esos como el que tu cuentas. Estaba buscando ideas y tu has llegado con tu experiencia.
Mi idea original era recorrer America desde USA hacia el sur por tierra. Pero hace unos dias se me ocurrio lo de atravesar el Atlantico en velero. Y ahora con todo este torrente de vivencias que compartes el panorama se amplia.
GENIAL GRACIAS POR COMPARTIR
¡¡Gracias Estrella!! Sí… una vez conoces que también puedes viajar por mar, el mundo aumenta y si ya solo por tierra se hace difícil elegir, se vuelve hasta peligroso descubrir el mundo del velero, ¡¡las posibilidades son ilimitadas…!!
Es una gran experiencia cruzar el Atlántico en velero, eso sí tu plan de recorrer America desde USA hasta el sur por tierra, ¡también me llama la atención! ¡Un saludo!
Hola Paula. Tu búsqueda por un vivir navegando con mayor contenido, luego de una etapa donde el descubrimiento y la aventura surgían fácilmente, lo enfatizas y me intriga saber cual sería tu meta para no acabar sin rumbo.
Saludos,
Claudio
Muchas gracias Claudio
Buenas Paula
Gracias a ti me he animado con 51 años a inscribirme en el RYA!!
Eres un fenómeno.
Un soplo de frescura . Gracias
Me ha encantado esta reflexión, :).